¿Por qué soñamos con familiares o amigos ya fallecidos?
Es muy frecuente escuchar a la gente decir que han tenido sueños con familiares o amigos ya fallecidos y en todos siempre persiste la duda si ese encuentro tiene algo de real o es solo fruto de la imaginación. Pues bien, desde la perspectiva de la Teoría Espiritual es probable que la respuesta sea “las dos cosas”, como veremos más adelante.
Los sueños suelen constituir una colección de escenas y situaciones bastante inverosímiles donde nosotros somos protagonistas, si bien siempre bastante aturdidos y confusos, y en los cuales también pueden aparecer personas conocidas junto a otras completamente desconocidas para nosotros. Esta es la norma y sucede porque siendo espíritus viviendo una experiencia física a través de la estrecha conexión con nuestro cuerpo (fenómeno llamado encarnación), vivimos toda nuestra existencia física completamente sometidos a dos fenómenos ya descritos por Allan Kardec en su obra, estos son: el olvido del pasado (incapacidad de recordar nuestro pasado anterior a la encarnación) y el estado de confusión (incapacidad de tener plena conciencia de nosotros mismos cuando estamos durmiendo o inconscientes).
Es precisamente debido al segundo fenómeno, el estado de confusión, que los sueños son tan confusos y sin sentido. Dentro de La Teoría Espiritual, estos dos fenómenos son producidos por los elementos espirituales asociados a las células del cerebro y cuya función es la de asegurarse que durante la encarnación estemos completamente enfocados en la vida física de tal forma que vivamos la vida convencidos que somos el cuerpo y no el alma que lo habita. Así siempre haremos lo posible e imposible por sobrevivir y pasar nuestros genes a la siguiente generación. Digamos que estamos sometidos por la agenda de los genes de nuestro cuerpo.
Cuando despertamos (en el cuerpo) el estado de confusión cesa y adquirimos plena consciencia de nosotros, nos reconocemos claramente y todo lo que vivimos tiene completo sentido. Vemos a través de los ojos, escuchamos todo a través de los oídos, sentimos, olemos, gustamos, es decir tenemos una percepción muy completa de todo lo que nos rodea físicamente, afianzándose así la sensación de que somos el cuerpo. Pero cuando dormimos esa estrecha conexión con el cuerpo se relaja, ya no usamos los sentidos físicos como medio primario de comunicación e incluso como espíritus podemos desprendernos parcialmente del cuerpo, si bien siempre seguimos conectados al cerebro por el complejo mecanismo de la encarnación, de lo contrario moriríamos.
Esta separación parcial del cuerpo que experimenta el espíritu al dormir trae un problema adicional, y es el hecho de que podríamos ser capaces de darnos cuenta de que nosotros y el cuerpo no son la misma cosa y que más bien el cuerpo es como un lastre pesado y burdo en comparación con la enorme libertad del espíritu. Y para evitar que lleguemos a reconocer eso, el cuerpo (o más bien los elementos espirituales encarnados en el cerebro) entran en acción inmediatamente empezamos a quedarnos dormidos para activar el estado de confusión.
Así, poco a poco empezamos a caer en un estado inicial de inconsciencia donde ni siquiera soñamos, que poco después le da paso a un estado de mayor libertad para el espíritu en el cual ya podemos desplazarnos y actuar. Sin embargo, por efecto del estado de confusión nos sentimos como si estuviéramos fuertemente alcoholizados, no logramos reconocernos a nosotros mismos y nada parece tener sentido. Es en esta fase donde se originan los sueños.
Durante el sueño el espíritu puede ir a lugares conocidos o desconocidos para él, cercanos o muy distantes puesto que para el espíritu las distancias prácticamente no existen, digamos que el espíritu se desplaza instantáneamente donde está su pensamiento. Pero como no somos los únicos seres en esa realidad espiritual donde existe el espíritu, también podemos encontrarnos con otros seres espirituales cada uno de los cuales arrastra su propia historia, tiene sus propios pensamientos, conoce otros lugares, etc., todo lo cual podemos percibirlo también. Sin las restricciones del cuerpo poseemos una percepción mucho más amplia y podemos conocer los pensamientos de otros.
Es también en ese estado en el cual se nos acercan espíritus conocidos que ya han desencarnado y han salido de su propio estado de confusión. Se nos acercan porque somos afines, porque el hecho de haber sido familiares no es casual y sucedió porque ya desde antes de encarnar nos conocíamos, compartíamos ciertas ideas, teníamos gustos y tal vez hasta creencias similares. Se acercan porque aun les importamos y se preocupan por lo que pasa con nosotros, porque desean decirnos algo, darnos un consejo, acompañarnos o simplemente por curiosidad.
Si sufrimos por su partida, ellos lo saben y lo sienten y su presencia busca darnos un poco de alivio al querernos decir “no sufras, no deje de existir, aun estoy aquí”. Obviamente aunque estemos juntos, este encuentro casi siempre constituye un dialogo extraño debido al efecto que nos produce el estado de confusión durante el sueño. Por esta razón, durante estos encuentros para ellos es como sentarse a hablar con un borracho. Quisieran contarnos tantas cosas, darnos tantos consejos, pero bajo ese estado difícilmente comprendemos algo y difícilmente recordamos algo. Y para empeorar el dialogo, todo se mezcla con las ideas que recogemos de otros espíritus que andan por allí, más las cosas que perciben los sentidos del cuerpo, que aunque estemos dormidos siguen captando ruidos y sensaciones.
Finalmente no podemos ignorar otra realidad y es el hecho de que tal vez no todos los espíritus de familiares y amigos fallecidos han salido completamente de la confusión, y su existencia aun podría aun estar poderosamente influenciada por los recuerdos y creencias sostenidas durante la vida. Así, al acercarse a nosotros percibimos lo que ellos sienten y viven ( o creen vivir), su propia realidad, un estado de confusión que se suma al nuestro para hacer de estos encuentros un evento aun más extraño.
En conclusión, es muy probable que los encuentros con seres conocidos ya fallecidos durante el sueño sean reales, pero difícilmente podremos recordarlos con claridad debido al estado de confusión en que nos encontramos durante el sueño. Sólo en casos muy extraños el espíritu logra adquirir plena consciencia de sí mismo durante este periodo como sucede durante las llamadas Experiencias Cercanas a la Muerte, pero ese es tema de otro artículo.