¿Hay que temerle a la muerte?

Miedo a la muerte

¿Hay que temerle a la muerte?

No, la muerte es solo una transición entre la vida material y la vida espiritual. La muerte es la libertad del espíritu, del yo que pasa de una existencia atado a un cuerpo donde ha vivido enfocado en el estrecho círculo de las cosas físicas y ahora regresa a la libertad de la vida espiritual donde podrá recuperar todas sus memorias del pasado. Por eso la muerte no es el fin de todo, sino solo el fin de la experiencia física de esta vida. El yo, nosotros, los que habitamos cada cuerpo seguimos existiendo.

La muerte asusta porque estamos programados biológicamente para mantener vivo el cuerpo lo más posible, así que nos aterra morir porque el cuerpo quiere que hagamos lo posible por estar con vida. La muerte nos asusta también porque cuando nos conectamos al cuerpo durante el embarazo o encarnación, quedamos bajo el efecto poderoso de una amnesia que nos hace olvidar temporalmente todo lo que hemos vivido antes como espíritus libres o en otras vidas físicas. Así que el temor a la muerte también nace del temor a lo desconocido.

Pero la muerte no debe asustar, no al menos a quienes han sabido hacer de su vida una vida de estudio, de aprender lecciones, pero no de esas que enseñan como adquirir y acumular riquezas y títulos sino de esas lecciones que enseñan como llenar el alma de valores, de virtudes, de principios. Al fin y al cabo, ese es el único equipaje que nos es permitido llevar con nosotros cuando partimos de este mundo, o ¿A cuántos conoces que se han llevado consigo su riqueza y sus bienes materiales?

Para morir hay que estar tan preparados como lo estamos para vivir. La muerte casi siempre está precedida de una perdida de la conciencia, ya sea por un desmayo, un medicamento o un deterioro progresivo del cuerpo. Esa pérdida de la conciencia del cuerpo sumerge al espíritu que lo habita (nosotros) en un estado de turbación o confusión en el que el espíritu no puede reconocerse a sí mismo, no entiende ni donde esta ni que le está pasando y todo parece fantasioso o surrealista. Es un estado idéntico al que experimentamos cuando soñamos.

Este estado generalmente se presenta antes de la muerte completa del cuerpo y suele extenderse por minutos, horas y hasta días después de la muerte del cuerpo. Incluso se sabe de personas (espíritus) que debido a sus creencias fanáticas permanecen en este estado por años sin lograr volver sobre sí mismos para reconocerse como espíritus. Obviamente bajo este estado de confusión no pueden recuperar sus memorias ni recordar lo que fueron antes. Pero estos son los casos más bien extremos, la mayoría de la gente que muere pasa por este estado de forma muy breve.

Por el nivel espiritual de la gente promedio de hoy día, podemos esperar que luego de la muerte del cuerpo se experimente una transición más bien tranquila en la cual el espíritu que abandona el cuerpo es asistido por otros espíritus que fueron de sus afectos y que ya han desencarnado tiempo atrás. Como esos espíritus ya han logrado despertar más o menos bien del estado de confusión, sienten la necesidad de salir al encuentro de su familiar o amigo que está muriendo. Se le acercan al momento de la muerte y algunas veces incluso antes de que esta se complete, logrando que el moribundo muchas veces los vea y/o escuche en el lecho de muerte.

La presencia de estos espíritus conocidos es de una enorme ayuda para el espíritu que recién desencarna pues crean a su alrededor un clima de familiaridad que lo tranquiliza y le hace más fácil el proceso de aceptar su nuevo estado, distanciándose del cuerpo y de las costumbres físicas que casi se han convertido en una fijación en él por el tiempo que ha vivido sumergido en ellas.

Si bien el espíritu recién desencarna aun sigue bajo el poderoso influjo de las ideas materiales y continua por un tiempo viéndose a sí mismo e interpretando las cosas que lo rodean desde la perspectiva de la vida física que dejó atrás, eventualmente va comprendiendo que la experiencia material vivida fue solo una corta aventura en el infinito historial de su existencia y poco a poco se va reconectando con su nuevo estado espiritual, que es en realidad el estado natural de todos los espíritus, el de ser un espíritu libre en la dimensión espiritual.

Precisamente cuando el espíritu finalmente alcanza ese punto de conciencia espiritual es que pierde interés por lo material a excepción de los lazos afectivos que lo atan aún a los seres queridos que deja en la tierra, y por los que siente una gran responsabilidad y necesidad de auxilio. Este afecto por los que deja atrás lo lleva al punto que muchas veces renuncia a disfrutar de su libertad de espíritu lejos de las vicisitudes de la coyuntura física, para volver al lado de sus seres queridos a quienes está constantemente animando y aconsejando a través de la intuición.

Obviamente no faltan también quienes han hecho de la vida material una vida de goces y vicios de los que difícilmente se pueden desprender fuera del cuerpo. Entonces en lugar de elevarse hacia los espacios espirituales prefiere permanecer en cercanía de los sitios donde se esconde su fortuna o donde se practican los vicios que tanto desea volver a experimentar. Pobres seres absorbidos por las fantasías del cuerpo que ahora solo pueden observar como voyeristas irredimibles, sufriendo mientras ven lo que ya no pueden hacer. Algún día despertaran de su obsesión para emprender el camino del progreso que es inevitable para todos.

Pero no nos confundamos, por buenos que hayamos sido y por mucho que hayamos avanzado, es poco aun lo progresado en esa escala inmensa que nos separa de la perfección absoluta. Por eso la muerte eventualmente es solo el regreso al mundo espiritual en preparación para un nuevo intento, una nueva experiencia física, una nueva reencarnación donde tendremos la oportunidad de practicar los valores aprendidos y adquirir otros nuevos. Cada vida física es una nueva oportunidad de expandir el bien y sembrar la semilla del amor en tantos otros espíritus habidos de este progreso. Una oportunidad nueva de aumentar la armonía del alma, la única que nos dará las herramientas que nos faltan para entender que existe un Dios y finalmente empezar a entender su verdadera naturaleza de inteligencia infinita.

 

 

 

 

Author: ISRSP

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3 Comments

  1. ¿Hay que temerle a la muerte?

    Si partimos de la premisa de que somos espíritus encarnados en un cuerpo físico, deberíamos entender la muerte como una transición natural del estado de encarnado al estado de existencia en el espacio espiritual, sin embargo no es fácil para la mayoría aceptar esta situación inminente. Me parece lógica y sensata la explicación que Eduardo presenta a la generalizada adversión que sentimos los encarnados hacia la muerte, en efecto estamos en un cuerpo físico en el que los genes dominan en casi todos los aspectos de nuestra vida, nos absorven por completo, al punto que olvidamos quienes somos y que fuímos, para garantizar que nuestra dedicación al cuerpo físico sea absoluta; los genes nos llevan a un estado tal que nosotros, espíritus incorporados en un cuerpo, creamos que somos solo el cuerpo y así nos comprometamos a cuidarlo y a hacer todo cuanto sea posible para garantizar su supervivencia. Esta condición de “sometimiento” del espíritu a los “deseos” de los genes es de alguna manera el resultado lógico de un pasado espiritual plagado de errores, ya que según lo afirmamos en La Teoría Espiritual, la aparición de la materia se dió por la degradación de la calidad del eatado vibracional de los espíritus a causa de las violentas luchas espirituales que se produjeron posteriormente a la caída de los espíritus con su error; ahora le corresponde a los espíritus contribuir a la evolución de sus pares espirituales que constituyen la materia y a su vez encontrar en esta simbiosis particular, una posibilidad para progresar y recuperar su estado primigenio, de perfecta armonía.

    La encarnación y desencarnación de las entidades espirituales son fenómenos naturales que deben ocurrir a causa del vínculo estrecho que existe entre las entidades que encarnan en la materia y aquellas que forman parte de esta, entre ambas dieron lugar a la conformación de la materia y por ende del universo conocido, comparten una responsabilidad en los hechos que provocaron la caída de las entidades espirituales a la dimensión física y ahora les corresponde asumir las consecuencias.

    No podemos escapar al temor que nos produce lo incierto, mientras suframos de amnesia espiritual será inevitable experimentar ansiedad y temor ante la muerte, sin embargo entender de dónde venimos, conqué propósito y hacia dónde vamos, nos ayuda a aceptar el desenlace mortal al final de nuestro paso por la dimensión física.

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  2. ¿Hay que temerle a la muerte?

    Si partimos de la premisa de que somos espíritus encarnados en un cuerpo físico, deberíamos entender la muerte como una transición natural del estado de encarnado al estado de existencia en el espacio espiritual, sin embargo no es fácil para la mayoría aceptar esta situación inminente. Me parece lógica y sensata la explicación que Eduardo presenta a la generalizada adversión que sentimos los encarnados hacia la muerte, en efecto estamos en un cuerpo físico en el que los genes dominan en casi todos los aspectos de nuestra vida, nos absorven por completo, al punto que olvidamos quienes somos y que fuímos, para garantizar que nuestra dedicación al cuerpo físico sea absoluta; los genes nos llevan a un estado tal que nosotros, espíritus incorporados en un cuerpo, creamos que somos solo el cuerpo y así nos comprometamos a cuidarlo y a hacer todo cuanto sea posible para garantizar su supervivencia. Esta condición de “sometimiento” del espíritu a los “deseos” de los genes es de alguna manera el resultado lógico de un pasado espiritual plagado de errores, ya que según lo afirmamos en La Teoría Espiritual, la aparición de la materia se dió por la degradación de la calidad del eatado vibracional de los espíritus a causa de las violentas luchas espirituales que se produjeron posteriormente a la caída de los espíritus con su error; ahora le corresponde a los espíritus contribuir a la evolución de sus pares espirituales que constituyen la materia y a su vez encontrar en esta simbiosis particular, una posibilidad para progresar y recuperar su estado primigenio, de perfecta armonía.

    La encarnación y desencarnación de las entidades espirituales son fenómenos naturales que deben ocurrir a causa del vínculo estrecho que existe entre las entidades que encarnan en la materia y aquellas que forman parte de esta, entre ambas dieron lugar a la conformación de la materia y por ende del universo conocido, comparten una responsabilidad en los hechos que provocaron la caída de las entidades espirituales a la dimensión física y ahora les corresponde asumir las consecuencias.

    No podemos escapar al temor que nos produce lo incierto, mientras suframos de amnesia espiritual será inevitable experimentar ansiedad y temor ante la muerte, sin embargo entender de dónde venimos, conqué propósito y hacia dónde vamos, nos ayuda a aceptar el desenlace mortal al final de nuestro paso por la dimensión física.

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  3. ¿Hay que temerle a la muerte?

    Si partimos de la premisa de que somos espíritus encarnados en un cuerpo físico, deberíamos entender la muerte como una transición natural del estado de encarnado al estado de existencia en el espacio espiritual, sin embargo no es fácil para la mayoría aceptar esta situación inminente. Me parece lógica y sensata la explicación que Eduardo presenta a la generalizada adversión que sentimos los encarnados hacia la muerte, en efecto estamos en un cuerpo físico en el que los genes dominan en casi todos los aspectos de nuestra vida, nos absorven por completo, al punto que olvidamos quienes somos y que fuímos, para garantizar que nuestra dedicación al cuerpo físico sea absoluta; los genes nos llevan a un estado tal que nosotros, espíritus incorporados en un cuerpo, creamos que somos solo el cuerpo y así nos comprometamos a cuidarlo y a hacer todo cuanto sea posible para garantizar su supervivencia. Esta condición de “sometimiento” del espíritu a los “deseos” de los genes es de alguna manera el resultado lógico de un pasado espiritual plagado de errores, ya que según lo afirmamos en La Teoría Espiritual, la aparición de la materia se dió por la degradación de la calidad del eatado vibracional de los espíritus a causa de las violentas luchas espirituales que se produjeron posteriormente a la caída de los espíritus con su error; ahora le corresponde a los espíritus contribuir a la evolución de sus pares espirituales que constituyen la materia y a su vez encontrar en esta simbiosis particular, una posibilidad para progresar y recuperar su estado primigenio, de perfecta armonía.

    La encarnación y desencarnación de las entidades espirituales son fenómenos naturales que deben ocurrir a causa del vínculo estrecho que existe entre las entidades que encarnan en la materia y aquellas que forman parte de esta, entre ambas dieron lugar a la conformación de la materia y por ende del universo conocido, comparten una responsabilidad en los hechos que provocaron la caída de las entidades espirituales a la dimensión física y ahora les corresponde asumir las consecuencias.

    No podemos escapar al temor que nos produce lo incierto, mientras suframos de amnesia espiritual será inevitable experimentar ansiedad y temor ante la muerte, sin embargo entender de dónde venimos, conqué propósito y hacia dónde vamos, nos ayuda a aceptar el desenlace mortal al final de nuestro paso por la dimensión física.

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