¿Qué es más importante, el conocimiento científico o la formación doctrinaria?

He aquí un dilema fundamental en la búsqueda de la verdad, especialmente para aquellos que ven en el fenómeno espiritual un camino para transformarse y transformar al mundo. ¿Qué debo hacer primero educarme y aprender todo lo relacionado con el fenómeno espiritual? ¿O tal vez primero debería buscar mi transformación personal antes de preocuparme por conocer los detalles y mecanismos que explican el por qué estoy aquí, cómo llegué, y que soy yo en realidad?

Vamos por partes.

El conocimiento científico es importante en la medida que nos ayuda a entender la compleja relación que existe entre el espíritu y el cuerpo; nos ayuda a entender qué somos en esencia, cuál es nuestro origen y por qué las cosas son como son. El conocimiento nos abre los ojos y nos permite ver con mayor claridad la realidad en la cual estamos inmersos y que define quienes somos.

Sin embargo, el axioma fundamental del conocimiento científico es que no hay verdades finales y todo lo que aprendemos hoy puede cambiar mañana o ser completamente descartado por una nueva explicación de las cosas. Sin embargo, la historia del conocimiento científico nos ha demostrado que esa forma de abordar la búsqueda de respuestas, aunque a veces nos lleve a conclusiones erróneas, nos da las bases, el orden, la estructura para descubrir lo nuevo que es mejor.

El conocimiento es el alimento de la inteligencia y la inteligencia es uno de los atributos del espíritu. Necesitamos desarrollar positivamente nuestros atributos de creación si queremos aumentar nuestra armonía, pero no podemos olvidar que además de la inteligencia estamos hechos de otros dos atributos que son Amor y Libertad. Y solo puede haber un verdadero progreso individual y colectivo cuando logramos avanzar simultáneamente todos los atributos.

El amor y la libertad no son solo clichés. Son en realidad elementos esenciales en nuestra existencia sin los cuales es imposible alcanzar la armonía. Pensemos solo en un gran científico, con un gran conocimiento que usa para crear armas sofisticadas para eliminar a otros seres. Si, su conocimiento científico le ha dado un gran desarrollo a su inteligencia, pero junto a ese desarrollo de su inteligencia no le ha seguido un desarrollo similar en su capacidad de amar a otros. No ha desarrollado empatía y por tanto es incapaz de ponerse en el lugar de otros seres. Y siendo incapaz de amarlos tampoco es capaz de concebir que tengan derecho a expresarse libremente, a opinar y a vivir de una forma distinta.

Entonces podríamos vernos tentados a pensar que tal vez lo primero que deberíamos hacer es aprender a amar, a amar a los demás tanto como a nosotros mismos, y eso sería hermoso, ¿Pero puede el amor reemplazar la necesidad de desarrollar la inteligencia a través del conocimiento cierto de las cosas? ¿Puede sólo el amor darnos todo lo que necesitamos para llevarnos bien con los demás y edificar así un progreso constante?

Imaginemos un ser así, totalmente enfocado en amar al prójimo pero totalmente indiferente al conocimiento e incapaz de entender los fenómenos que suceden a su alrededor. Es un ser al que todos aprecian por su bondad pero que es incapaz de aportar una idea para solucionar un solo problema o dar una opinión para resolver una controversia. Es como una amor vacío de contenido y ciertamente inútil. Es la típica contemplación que solo se regodea viendo la belleza del mundo pero no hace nada para aportarle ni al mundo ni a nadie. Así que el amor es muy importante, pero debe estar acompañado del conocimiento que desarrollando la inteligencia, lo haga útil a sí mismo y a los demás.

¿Pero son suficientes la inteligencia y el amor para lograr el verdadero progreso? Supongamos que aprendemos mucho de todo, lo que nos da una visión clara del mundo. Y siendo capaces de amar a los demás, de tener empatía, nos damos cuenta que éste camino es el más seguro para alcanzar ese progreso. Vemos a aquel ser inteligente, pero sin amor, deambular por ese rumbo. Vemos a aquel ser lleno de amor, pero totalmente ignorante de todo, deambulando por el otro. Entonces decidimos que por tener las cosas más claras tenemos el derecho de moverlos a nuestro camino. Incluso si se resisten, incluso si no desean, incluso si debemos imponerlo por la fuerza. Pero eso sólo lleva a confrontaciones, sufrimiento, resentimiento.

Sin darnos cuenta empezamos a destruirlo todo en nuestro afán por imponer lo que creemos es el camino correcto. Hemos ignorado la libertad como derecho inalienable de todo ser, y al quitarles la libertad que es un componente esencial y constitutivo de la existencia de todos esos seres, no solo no los hemos ayudado sino que hemos empeorado su condición y la nuestra.

¿A donde nos lleva todo esto?

A una verdad evidente, que el conocimiento científico es importante para desarrollar la tan necesitada inteligencia, atributo fundamental del ser, pero junto a ese desarrollo debemos aprender a amar a los demás, aceptarlos por lo que son y como son. Debemos aprender a comprenderlos y brindarles caridad, a sentir empatía por ellos pero sin jamás violar la libertad que tienen de escoger su propio camino o unirse al nuestro para progresar juntos. Sin esta conjunción de propósitos cualquier camino será un callejón sin salida que no nos llevara a ninguna parte. Podremos avanzar un poco, pero pronto quedaremos perdidos en la confusión de la desarmonía.

¿Significa esto que está mal unirse a esta o aquella doctrina, escuela o práctica? No. No está mal si en ella tienes la libertad de expresar tus atributos de creación y el resultado es el progreso armónico individual y colectivo.

Las organizaciones sociales como las escuelas, los centros o los institutos, son un paso obligado en la evolución universal, pues pasamos del esfuerzo individual al esfuerzo colectivo. Pasamos de ser una inteligencia intentando comprender la realidad que la rodea a la suma de muchas inteligencias abordando el mismo problema, algo solo posible cuando esa inteligencia está acompañada de amor y libertad, elementos esenciales para reunir a la colectividad y mantenerla cohesionada. Mientras estas premisas se respeten esa organización será buena. Pero si en algún momento la imposición o el fanatismo rompen el balance entre INTELIGENCIA-AMOR-LIBERTAD entonces esa organización habrá fallado y ya no es útil.       

Nos alegra mucho que estés en busca de conocimiento acerca de la realidad espiritual, pero mientras lo haces te recomendamos encarecidamente que también empieces a amar a tu prójimo, a amarlo pero respetando su libertad. Y para hacer eso no necesitas de una doctrina, ni de una enseñanza específica. No necesitas de una religión o un libro sagrado. Sólo necesitas AMOR, INTELIGENCIA Y LIBERTAD.

Aprende con escepticismo, enseña con el ejemplo y respeta siempre la libertad que tienen los demás.

Author: ISRSP

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1 Comment

  1. En alguna película que ví, creo que de Indiana Jones, tuve la oportunidad de aprender algo que me quedó grabado para siempre en mi memoria, que la iglesia no era la institución llámese católica o cristiana, sino que la iglesia era cada uno. En un sentido religioso entendemos la iglesia como el lugar en el que se congregan los creyentes con el fin de vincularse con su Creador, bueno pues el planteamiento bastante osado de esta trama es el de proponer que el ser humano no necesita de un lugar en particular para profesar su Fe y vincularse con su Creador, ya que en si mismo posee lo necesario para hacerlo; veamos, desde el punto de vista de la Teoría Espiritual el ser humano es un espíritu encarnado en una materia, por lo tanto como ser espiritual puede comunicarse con el mundo espiritual que lo rodea. Al estar dotado de inteligencia, amor y libertad es capaz de emprender por si mismo la búsqueda de las respuestas a sus interrogantes. Si bien es cierto que el espíritu viene a este mundo ignorante por ser incapaz de recordar su pasado espiritual, también lo es que con ayuda su inteligencia y libertad podrá buscar las respuestas que necesita más allá de este mundo, a dónde sabe que yace la Fuente de la Inteligencia, El Amor y La Libertad, en el Creador de todo cuanto existe.

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